jueves, 11 de enero de 2018

Correr para ganar (Hebr.12:1-3)

Todo deportista compite porque tiene en mente llegar a la meta y si es posible, ganar la medalla. En el fútbol de nada sirve un buen juego si al final no hay goles que se meten en el arco contrario. De un barco que sale a la mar se espera que no solamente salga bien del puerto de partida, sino que también llegue bien al puerto de destino.



La vida cristiana se compara con una carrera que debemos correr. Se espera que no solamente corramos, sino que cumplamos el plan de Dios y que lleguemos bien al final de esa carrera (2Tim.4:6-8 / 1Cor.9:24-27 / Hebr.12:1-3 / Filp.3:13-14). No todo el mundo llega bien al final, existe la posibilidad de un naufragio espiritual (1Tim.1:18-19), algunos abandonan el camino de la fe (Gal.1:6-8 / Gal.5:4 / Hebr.6:4-6), otros se dejan tentar y se enredan en cosas que hacen daño a sus vidas (1Tim.6:9 / Dt.7:25 / Mr.4:19 / 1Jn.2:15-17). El apóstol Pedro enseña que debemos estar en un constante crecimiento para así jamás caer (2Pe.1:3-10). Las citas de Hebr.12:1-3 y 1Cor.9:24-27 nos enseñan que debemos luchar según ciertas reglas para poder alcanzar la meta de Dios en nuestra vida y ministerio (2Tim.2:3-7). La Biblia relata varias historias de personas que comenzaron bien la carrera con Dios, pero tristemente no llegaron bien al final (Filp.3:18-19 / 1Tim.1:18-20 / 2Tim.3:1-6 / 2Pe.2:12-22).

Algunas de estas personas fueron:

  • Saúl – desobedeció por dejarse llevar por la opinón de la gente, más que por el temor a Dios. Quería ser más bien reconocido por la gente que por Dios (1Sam.15).
  • Sansón – cayó por no controlar sus deseos sexuales, se involucró en relaciones que no le convenían, dejó de poner atención al consejo de sus padres y se rodeó de gente que no era buena (Juec.13 a Juec.16).
  • Salomón – En un comienzo no rompió del todo con todos los ídolos en su vida (1Re.3:3), su compromiso con Dios era un compromiso dividido. Además se casó con mujeres no israelitas que lo llevaron a adorar ídolos (1Re.11:1-13).
  • Judas, Ananías y Safira – El mal manejo de asuntos financieros destruyó el futuro prometedor de todos ellos (Lc.22 / Hch.5:1-11).
El apóstol Pablo se destaca por ser un líder que llegó bien al final de su carrera (2Tim.4:6-9). El llegar bien al final de la vida debe ser la meta de cada creyente y de cada líder cristiano. Hay una lucha que luchar y una pelea que pelear (1Tim.6:11-12 / 1Tim.1:18 / 2Cor.9:25-26 / 2Cor.10:3-5 / Ef.6:10-18 / 2Tim.4:7). Dios ha comenzado una buena obra en cada uno de nosotros y El la perfeccionará (Filp.1:6), pero el hombre tiene que poner de su parte, así nos lo enseña la Biblia (Filp.2:12-13). Hay dos factores clave que nos llevan a que lleguemos bien al final: la parte divina y la parte humana.

El creyente y el líder deben tener en cuenta varias recomendaciones para mantenerse bien en el camino como: mantener una conciencia limpia (1Tim.1:18-20), practicar regularmente disciplinas cristianas (1Cor.9:25-26), vencer las tentaciones (Stg.1:12-27), etc. La cita en Hebreos nos da recomendaciones adicionales que debemos tener muy en cuenta para permanecer firmes hasta el final (Hebr.12:1-3):

[1] Debemos saber hacia dónde nos dirigimos, y tener claro lo que queremos alcanzar en esta vida (Hebr.12:1). Una clave en la vida cristiana radica en tener las metas correctas, los valores correctos y la visión de Dios en la vida – “la carrera que Dios nos ha puesto por delante”. Dios tiene un plan para nuestra vida (Ef.2:10). El apóstol Pablo conocía el propósito de Dios para su vida y se esforzaba por cumplir ese plan (1Cor.9:24 a 1Cor.10:6) y llegó bien al final de su carrera trazada por Dios (2Tim.4:7). Hay quienes corren por metas pasajeras, metas que no trascienden esta vida. En Mt.7:24-27 leemos que los dos hombres construyeron, pero solo una de las casas permaneció – las metas que cada uno tenía eran muy diferentes. El hombre rico en Lc.12:13-21, cuya tierra produjo mucho, construyó graneros más grandes para sí mismo y al final experimentó un desastre sin remedio – este  hombre tuvo una meta, solo que fue la incorrecta. La visión del hijo pródigo de una vida de rumba, de libertinaje y de independencia lo lleva a una situación llena de problemas (Lc.15). Definitivamente tenemos que trazar la ruta correcta, vivir los valores firmes y entender la voluntad de Dios para llegar bien al final.

[2] Debemos despojarnos del peso que impide que podamos correr  (Hebr.12:1-3) – “quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar” (1Pe.2:1 / Rom.13:11-14 / 2Cor.7:1 / Ef.4:22-24 / Col.3:5-8 / 1Tim.6:9-10 / Mt.10:37-38 / Lc.9:59-62 / Lc.14:26-33 / Lc.18:22-25). Una carrera difícilmente se puede correr con un morral en la espalda. Es por eso que la Biblia habla que si queremos llegar bien al final de la carrera, entonces debemos despojarnos de todo peso y del pecado. Consideremos algunas cosas que pueden llegar a sernos un peso que impide la carrera:

Las relaciones humanas deben ocupar el lugar correcto para que no sean impedimento en nuestra relación con Dios y en la carrera (Mt.10:37-38 / Mt.19:29 / Lc.9:59-62 / Lc.14:26-33). Orfa amó más a su gente y a su tierra que el servir al Dios verdadero, y nunca más se vuelve a leer algo de ella en la Biblia (Rut 1). La historia de Rut termina de otra manera (Rut 1:14 / Rut 2 a Rut 4). El rey Saúl temió más a la gente que a Dios, tomó decisiones incorrectas, y por eso fue desechado (1Sam.15:15-21). Vea otros pasajes: 1Re.15:13 / 2Cron.22:3 / Sal.1:1 / Gn.22:3-12.

Las preocupaciones y las riquezas (Mt.13:1-9), o el amor al dinero, pueden ser un peso que nos desvía de los propósitos de Dios para nuestra vida (Lc.8:14 / Lc.12:15 / Lc.18:22-25 / Lc.21:34 / 1Tim.6:9-10 / Mt.12:22). Las cosas materiales llevaron a que más de uno en la historia de la Biblia desviara su atención de las cosas trascendentales: Lot se decidió por las riquezas de este mundo y casi pierde la vida (Gn.13:10-13). Giezi se enamora de las riquezas de Naamán y experimenta maldición para su vida y la de su familia (2Re.5:20-27). Acán codicia cosas que Dios no había planeado para su vida ni para el pueblo de Dios y es apedreado con toda su familia (Jos.7:21). El joven rico prefiere las cosas materiales que seguir a Cristo (Mr.10:22). Nuestra relación con Dios y nuestra vida en general no dependen de las cosas materiales ni del lujo que tengamos, sino de nuestra intimidad con Dios.
Una vida de placeres mundanos es un peso que nos atrapa y nos hace perder la carrera (Rom.13:11-14 / Lc.8:14 / 2Cor.7:1 / Ef.4:22-24 / Col.3:5-8 / 1Pe.2:1 / 1Jn.2:15-16). La corriente de este mundo está manejada por otros poderes, distintos a los de Dios (Ef.2:1-3). El gozo en el Señor es diferente, pero es también el gozo que prevalece (Filp.4:4 /Filp.3:1 / Rom.14:17 / 2Cor.6:10).

La idolatría en todas sus formas es otro de esos pesos que nos hacen perder la carrera (Ex.20:3-6 / Dt.4:15-28 / 1Re.9:6-9 / Rom.1:25-26 / Apoc.22:15 / 1Sam.4). La tragedia del rey Saúl se completa al construirse un monumento a sí mismo (1Sam.15:12.22-23) y finalmente busca en su desesperación y temor la ayuda de una bruja (1Sam.28). El que Israel haya abandonado a su Creador y que haya, junto a Dios, mantenido a otros dioses, atrajo grandes desgracias a la vida de Israel (Dt.8:11-20 / Ex.20:1-6).

[3] Debemos correr con “paciencia”, esto significa correr con firmeza y constancia (Hebr.12:1-3) – “corramos con perseverancia la carrera”. Esto habla de una persona que no se deja desviar de su propósito predeterminado y es leal a la fe y a la piedad, aun en medio de grandes pruebas y sufrimientos no desfallece. La carrera no es siempre fácil (Hebr.11:36-38 / Mt.10:22 / Mt.24:13 / 2Cor.6:4-10 / Stg.1:3). Para poder vencer todos los obstáculos debemos poner los ojos en Jesús (Hebr.12:2) – “Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe”. Esto significa quitar los ojos de otras cosas y fijarse en una cosa, mirar atentamente (el ejemplo de Pedro: Mt.14:30 / 2Re.6:15 / 2Tim.4:16-17). Las personas fallan, las riquezas fallan, nosotros fallamos, pero Jesús no falla. Jesús es el autor de nuestra fe y el consumador de la misma – Él está interesado en que lleguemos bien al final (Filp.1:6 / Hebr.12:2). Jesús es el ejemplo por excelencia en cuanto a la paciencia, al permanecer firme sin retroceder, y por eso consiguió la gran victoria. Jesús sufrió la cruz (‘sufrió’ tiene la misma raíz en griego que “paciencia” – Hebr.12:2), el rechazo, dolor físico, puntillas clavadas en sus manos, fue traicionado, los discípulos lo abandonaron en el momento crucial, etc., y todo lo soportó con paciencia invencible, perseveró y venció: “Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ésta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios. Piensen en toda la hostilidad que soportó por parte de pecadores, así no se cansarán ni se darán por vencidos. (Hebr.12:2-3 / Hebr.12:5 / Prov.24:10 / Is.40:30-31 / 1Cor.15:58 / 2Cor.4:1.16 / Gal.6:9)

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