jueves, 9 de junio de 2022

poder activo

 

¿Cómo fue posible que Pedro, quien negó descaradamente a su maestro en otro momento, estuviera predicando el Evangelio a las multitudes - y tres mil personas fueron bautizadas (Hch.2)? 

Por sanar a un lisiado (Hch.3) y por predicar acerca de Cristo en el templo, Pedro es confrontado por los sacerdotes molestos que veían lo que estaba ocurriendo. Pedro y Juan, sin embargo, hombres comunes, identificados como hombres que habían estado con Jesús y ahora llenos del Espíritu Santo, no salen corriendo frente a las amenazas recibidas (Hch.4). Los creyentes, al oír las noticias acerca de las amenazas, se unen en oración. Pero observemos con atención. La iglesia no se retira, tampoco ora pidiendo a Dios que calle las amenazas y que les dé una vida más fácil. Ella ora por valor para predicar y hacer avanzar la Misión de Dios; además quiere ver el poder de Dios manifiesto para que muchos lleguen a conocer al Señor (Hch.4:23-31). ¿Cómo es posible que la iglesia y sus líderes, frente a semejantes situaciones, no salgan huyendo, más se mantengan firmes y sigan enfocados en la Misión de Dios? 

Dios seguía confirmando la predicación de la Palabra por medio de sanidades, milagros y liberaciones. Sin embargo, no todos estaban felices con lo que ocurría. Por envidia, los sacerdotes encarcelaron a los discípulos. Pronto son liberados por Dios. Pero note, a pesar de las crecientes amenazas de muerte, los discípulos no salen corriendo ni le bajan la intensidad a su ministerio. (Hch.5:12-42). ¿Qué era lo que sostenía a los discípulos y a la iglesia? ¿Qué la hacía tan valiente?

¿Y qué decir de la historia de Esteban (Hch.6:8-15 / Hch.7)? Falsamente acusado, arrestado, enfrentando un juicio injusto, amenazado de muerte - todo por predicar el Evangelio. Esteban no adapta su prédica para que lo acepten y aplaudan. Él confronta con la verdad a los sacerdotes y líderes religiosos de aquel entonces. Y mientras lo están apedreando, pudo, con corazón limpio, clamar a Dios por sus agresores: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. ¿De dónde sacó Esteban las fuerzas, el valor y la capacidad para perdonar?

Por predicar el Evangelio y liberar a una endemoniada en Filipo, los apóstoles Pablo y Silas son encarcelados (Hch.16:11-40). A medianoche, en momentos de gran dolor y necesidad, estos hombres oran y cantan himnos a Dios. Dios interviene, las cadenas caen. Pobre carcelero, él vio el final de su carrera y quiere quitarse la vida. Pero los apóstoles no habían salido corriendo. Ellos más bien se toman el tiempo para ayudar al carcelero y guiarlo al encuentro con el Señor - toda su familia cree en el Señor Jesucristo y es bautizada. En medio de circunstancias oscuras no hay rastro de desesperación, de depresión, de venganza, de renuncia, de afán, de queja. ¿De dónde sacaron estos hombres las fuerzas para seguir siendo luz en medio de tanta presión y maltrato injusto?

Todos los arriba mencionados y otros que aparecen en la historia del libro de Los Hechos y en Hebreos capítulo 11 marcaron la diferencia en momentos desafiantes, de amenazas, de necesidad, de oscuridad. Se mantuvieron fieles a Dios y sirvieron con amor al prójimo, aun a sus enemigos. ¿Cómo lo hicieron? Esto solo tiene una explicación: “Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes. Y serán mis testigos, …” (Hch.1:8) NTV. 

El poder (dynamis) es más que una explosión o un hecho aislado de la manifestación del poder, es más que sanidades y milagros, es más que un momento emocional o de euforia. El poder de Dios es una fuerza que nos capacita para vivir una vida que marca la diferencia, una vida caracterizada por el fruto del Espíritu Santo. 

El ser testigos (martus) es más que certificar aquello que se ha visto o vivido. Ser testigo del poder de Dios es mostrar con su vida y acciones el valor y el efecto de la fe en Cristo; es poder hacer el bien, aunque por ello tenga que sufrir (a veces sufrir la muerte) (1Pe.5:1 / Mt.5:10-12 / 1Pe.3:13-14); es la capacidad de caminar una segunda milla (Mt.5:38-42), es parar para ayudar al hombre atacado y dejado en el piso (Lc.10:25-37); es perdonar al que me hirió porque he sido perdonado (Mt.18:15-35). Para todo esto y para mucho más, Dios nos empodera con Su Santo Espíritu. Lo necesito.

“Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes” (Ef.3:16-17) NTV.

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