lunes, 28 de septiembre de 2020

Si no fuera por Jesús, ningún pecador tendría esperanza (Lc.18:9-14)


Si no fuera por Jesús, los pecadores no tendrían cómo rehacer su vida. En esta historia leemos de dos hombres que van al templo -al mismo templo- a orar. Sin embargo, salen de allí con diferentes resultados. ¿Cómo así? ¿No es que la oración siempre mueve la mano de Dios? (lea Lc.18:9-14). Del fariseo, de un hombre religioso y un maestro de la ley, esperamos que vaya al templo a orar, que sepa cómo acercarse a Dios, que tenga una buena conexión con Dios y que nos instruya cómo conectarnos debidamente con Dios. Pero, orar consigo mismo, 'bañarse' en su ego mientras se acerca a Dios, el creerse mejor que todo el mundo y el deseo insaciable de impresionar a la gente con sus 'credenciales', con su aparente espiritualidad y elocuencia, lo llevó a segregarse de los que aparentemente no daban con su talla y a generar un ruido extraño que impedía que la oración llegara a los oídos de Dios (Lc.7:39 / Lc.15:2 / Lc.15:30 / (Lc.19:7 / Mt.6:5). Me parece tremendo que alguien se acerque a Dios y trate de convencer a Dios de la maldad del otro para así pasar la prueba personalmente. ¿Por qué se acerca el fariseo a orar atacando al pecador, haciéndolo sentir peor de lo que ya está, enviando mensajes subliminales discriminatorios y partidistas? ¿No conoce el fariseo las condiciones y las maneras correctas para acercarse a Dios? ¿Es que nos ganamos algún puesto especial por ciertos esfuerzos religiosos o por posiciones, títulos y credenciales? ¿Quién nos da el permiso para despreciar al que metió la pata?

El publicano, el recolector de impuestos, el ladrón, el estafador, el traicionero, hombre tenido en baja estima y evitado por la gente, consciente de sus malas decisiones y malos procederes recurre a la única dirección donde podría haber alguna esperanza y para encontrar ayuda. ¿Sí será escuchado? ¿O será que Dios también lo hace sentir persona de segunda clase, persona no grata? El paquete que este hombre tiene que ofrecer no impresiona a nadie. De hecho, él mismo no podía con esa carga. Avergonzado y totalmente arrepentido no se atreve a levantar la mirada al cielo. ¿Y será que a esa distancia física, moral y espiritual Dios sí lo escucha? ¿Y qué de esa oración nada impresionante? - "Oh, Dios, ten compasión de mí, porque soy el pecador". Como sea, es una declaración de bancarrota y de un fracasado. ¿Admitir que necesito ayuda? Como sea, en la gran necesidad: Si Dios no perdona, ¿entonces quién?

El fariseo y el publicano hablaron. Ahora queremos escuchar a Dios. Estábamos esperando este momento. No necesitamos una votación ni una recopilación de opiniones humanas; el veredicto del Alto es lo que finalmente vale y trae paz. Pero, espere, a quien le dice algo es al pecador: "Justificado delante de Dios". ¿Cómo así? ¿Sobre cuál fundamento? No olvidemos: "Dios nos ha mostrado cómo podemos ser justos ante él sin cumplir con las exigencias de la ley. . . . cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. . . ." (Rom.3:21-24). 

 ¿Y el fariseo? Admitámoslo, él también es pecador. Compararnos con nuestros semejantes no es un buen camino a seguir. Al acercarnos a Jesús notamos que lo más brillante de las personas es oscuro junto al Gran Yo Soy. Creo que todos debemos orar honestamente la oración del publicano.

PADRE BUENO, no sé que pensamos cuando tratamos de impresionarlo con cosas que nos parecen como buenas - con ciertas 'credenciales' y acciones. Eso no Te conmueve. Solo Tú conoces nuestros corazones y sabes muy bien lo que allí se esconde. "¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas. ¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados. Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh SEÑOR, mi roca y mi redentor" (Sal.19:12-14).

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