viernes, 18 de septiembre de 2020

si no fuera por Jesús, la mujer no pararía de sufrir


Si no fuera por Jesús, la mujer con el flujo de sangre no pararía de sufrir (lea Mr.5:24-34). Ya llevaba muchos años con esa enfermedad que nadie y nada podía controlarla. Muchos médicos trataron de ayudar a esta mujer, sin embargo, ella había empeorado. La enfermedad la llevó a la ruina económica. Esa enfermedad no solamente la mantenía debilitada físicamente, sino que ahora también era considerada impura, lo que le impedía participar de los cultos a Dios y de la comunión cercana con otros - un caso serio de distanciamiento social y religioso (Lv.15:25-27). Qué desesperación: años buscando ayuda, tremendos gastos económicos, marcada por la sociedad y la ayuda parece cada día más lejos. ¿A dónde ir con ese paquete de problemas?

Esta mujer había escuchado de Jesús y de cómo este sanaba a los enfermos. ¿Quién le habló de Jesús? Esta historia me recuerda a la chica quien como trofeo de guerra y en cautiverio le contó a la familia desesperada de Naamán, el comandante del ejercito de Aram, que en Israel había una posible cura para su lepra. Naamán visita luego al profeta en Israel, allí es sanado y se convierte en un adorador del Dios de Israel. La chica le había contado (2Re.5).

Es obvio que al escuchar semejante mensaje surge la esperanza. ¿Pero cómo acercarse a Jesús? Las multitudes apretujaban a Jesús; tampoco había muchas opciones para una cita personal con él. Además, Jesús estaba en camino a atender otro caso. ¿Y cómo acercarse a Jesús sin crear alboroto y una posible expulsión? ¿Una mujer calificada como inmunda acercándose a Jesús quien estaba rodeado de una multitud? Asunto complicado.

Sin embargo, esta era su última esperanza. Ella había probado todo lo que el mundo le ofrecía como una cura, pero nada ayudó verdaderamente. Si Jesús no le ayudaba, nadie lo iba a hacer. Ahí estaba la oportunidad. Ella se arma de valor, supera el temor, vence las barreras y se acerca a Jesús pensando: "Si tan solo toco Sus ropas, sanaré". No, no fue el toque en sí ni fue el manto, es la fe en el Poderoso. Y aunque parecía una sanidad 'robada', de Jesús salió poder y él le confirma: "Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz. Se acabó tu sufrimiento" (Mr.5:34). 

Muchos apretujaban a Jesús y no recibieron nada, pero ella quien lo tocó tímidamente por fe y en gran expectativa recibió sanidad y su vida cambió. Ella se conectó con la fuente de verdadero poder y de vida eterna.

PADRE ETERNO, a veces nos creemos la fuente que tiene todas las respuestas para los problemas de la gente, pero como los médicos en esta historia, nuestros alcances y ayudas son limitadas. El camino está marcado de decepciones si pensamos que son las personas o las cosas las que nos dan la última solución a nuestros problemas y las respuestas a nuestras preguntas. Ayúdanos a ver que las respuestas definitivas a nuestras necesidades más profundas las tienes solo Tu.

No sabemos quién haya sido la persona que le contó a esta mujer de Jesús, sin embargo, quiero seguir su ejemplo; quiero ser alguien quien le muestra a la gente el camino a Jesús, quien es la solución verdadera. El protagonista eres Tu Oh Dios - no importa si mi nombre es mencionado o no. Padre, quiero ser Tu embajador fiel quien conecta a la gente necesitada del toque eterno con la fuente de poder y de vida, con JESÚS. Ayúdame. 

(La foto la tomé de un cuadro que estaba colgado en las oficinas centrales de las Asambleas de Dios en Springfield EEUU 2007).

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