miércoles, 3 de septiembre de 2014

HLQJH - Anunciando la Buena Noticia

“El Espíritu del SEÑOR está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad, y que ha llegado el tiempo del favor del SEÑOR.” (Lc.4:18-19) (Nueva Traducción Viviente)
 
Una de las tareas de Jesús sobre la tierra y para la cual Jesús fue ungido, era la de predicar las Buenas Nuevas a la gente (Mt.11:5 / Lc.4:18).
El deseo de Dios es que nadie se pierda, sino que cada ser humano tenga la oportunidad de oír el Evangelio y que llegue al conocimiento de la verdad (1Tim.2:1-4). Para cumplir con ese deseo es necesario entender que los seguidores de Cristo tienen la obligación de hacer su parte en compartir el Evangelio con la gente (Mr.16:15-17).
Jesús llamó a Sus discípulos para hacer de ellos pescadores de gente (Mt.4:19). Los discípulos fueron enseñados y entrenados para hacer la obra del ministerio. Después los envió a hacer lo mismo que Él estaba haciendo (Mt.10). Él veía la gran cosecha que debía ser recogida y quería que Sus discípulos se involucraran en la cosecha orando por obreros y predicando el mensaje del Reino de Dios con poder (Mt.9:35-38 / Mt.10:7).
Antes de partir Jesús y regresar donde Su Padre, se dirige a Sus discípulos y les encarga lo que llamamos la gran comisión (Mt.28:18-20 / Hch.1:8). Esta comisión no es solo para algunos pocos ‘especialistas’; es un llamado para todos aquellos que son Sus discípulos. Todos llegamos a ser Sus embajadores y todos somos llamados a predicar el mensaje de la reconciliación (Mr.1.17 / 2Cor.5:18-21 / Hch.1:8).

MANOS A LA OBRA:
Una de las maneras efectivas para compartir el Evangelio a otra gente es usando el testimonio personal de cómo llegamos a conocer a Jesucristo. Dios nos llama a ser testigos (Hch.1:8). Lo que Dios hizo en nuestra vida nadie lo podrá poner en duda. La realidad del cambio que hemos experimentado por el poder de Dios es una herramienta poderosa para ayudar a otros a entender que Dios es un Dios vivo y que salva. Debemos estar preparados para compartir nuestro testimonio en cualquier momento.

Escriba un testimonio conciso y simple de cómo usted personalmente conoció a Jesucristo (Que el testimonio pueda darse en cinco minutos). Incluya estos hechos esenciales en su testimonio: 
  • Cómo era usted antes de entregar su vida a Cristo. 
  • Mencione la situación o persona que lo motivó a mirar a Dios. 
  • Cite la clase de oración que hizo para recibir a Cristo, incluyendo el arrepentimiento de sus pecados. 
  • Haga referencia a las cosas positivas que le han sucedido desde que entregó su vida a Cristo. 
  • Incluya una afirmación final que invite a los que le escuchan al punto de decidir hacer una oración de arrepentimiento y recibir a Cristo. Ejemplo para la invitación: “Él hizo todo esto por mí, y Él lo hará también por usted.  ¿Le gustaría invitar a Jesucristo a entrar en su vida ahora?

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