martes, 13 de agosto de 2013

Entrenamiento Espiritual



“No pierdas el tiempo discutiendo sobre ideas mundanas y cuentos de viejas. En lugar de eso, entrénate para la sumisión a Dios. ‘El entrenamiento físico es bueno, pero entrenarse en la sumisión a Dios es mucho mejor, porque promete beneficios en esta vida y en la vida que viene’.” (1Tim.4:7-8) NTV


COMPARE: Hebr.5:14 / 2Pe.1:5-8 / 2Pe.2.14 / Hebr.12:11

¿Se ve usted bien cuando hace ejercicio? Un estudio de marketing relacionado con el uso de ropa de deporte mostró que menos del 10% de las personas compró la ropa de deporte con el único propósito de hacer ejercicio. Esta misma encuesta indicó que el 35% compraron este tipo de ropa únicamente por la comodidad y la apariencia. Más de la mitad de los encuestados combina el uso de esta ropa para vestir casualmente y para el ejercicio.
Bueno, la verdad sea conocida, una sudadera es más cómoda que un montón de la otra ropa que usamos. Pero como ustedes saben, sólo vestir un traje de ejercicio cómodo y atractivo no le hará más fuerte. La aptitud física viene a los que realmente hacen ejercicio.
Este principio también es cierto para la salud espiritual del creyente cristiano. Sólo llevar las prendas de vestir exteriores del cristianismo (ir a la iglesia, cantar en el coro, vestirse modestamente, etc.) no le hará espiritualmente fuerte. Usted debe mirar hacia adentro y comenzar a ejercer su fe y ser fuerte en el Señor. (Teacher’s Outline and Study Bible – Commentary. La Segunda Carta a Timoteo. Software: WORDsearch (traducción hecha por Paul J Otremba)

Creo que lo tenemos claro: Aquella persona que quiere alcanzar un buen resultado en un partido de Fútbol o en cualquier deporte debe primero entrenar bien. Los resultados no se obtienen por un ejercicio esporádico y momentáneo. Es necesario que se adopte un hábito de entrenamiento que prepara a la persona para los retos que va a enfrentar y para poder mantenerse fuerte para cualquier desafío nuevo.

El entrenamiento sin la disciplina no funciona. El principio de la disciplina se aplica tanto a la vida física como a la vida espiritual. Sí en la vida espiritual queremos alcanzar ciertos logros como son los cambios de hábitos, producir frutos del Espíritu Santo, ser fuertes para enfrentar victoriosamente las tentaciones, y si queremos llegar a la madurez de la cual habla la Biblia (Ef.4:14-15 / Hebr.5:11-14), entonces el entrenamiento espiritual es un imperativo. Pablo lo expresa diciendo: ‘disciplínate/ejercítate para la piedad’ (1Tim.4:7-8).

Un examen más profundo de 1Tim.4:7-8.

EJERCÍTATE

El apóstol Pablo nos dice que debemos ejercitarnos para la piedad. “Ejercítate” significa entrenar fuertemente (tanto físicamente, como  espiritualmente). La palabra que se traduce en algunas Biblias con “disciplínate” es en griego la palabra “gumnazo”  o ejercítate en español (1Tim.4:7-8).

La palabra ejercítate aparece en este versículo en presente activo imperativo. Esto nos viene a decir que el ejercicio debe ser continuo, constante. No podemos llegar a creer que en algún momento no necesitamos ejercitar más. Además es un mandamiento y no una opción sugerida. Sin ese ejercicio no vamos a lograr mucho en la vida como creyentes. No importa cuánto tiempo llevemos en los caminos de Dios, el ejercicio espiritual es un imperativo. Esto es como en el deporte, quien deja de ejercitarse, deja de ganar carreras.

Leemos en 1Tim.4:8: “porque el ejercicio físico aprovecha poco” -  (gimnasia - entrenamiento / un ejercicio que exige esfuerzo físico concentrado, que lleva al ascetismo, requiere de disciplina, constancia, perseverancia). El ejercicio físico puede ser de algún beneficio, pero no es de beneficio eterno. El ejercicio físico solo es bueno para esta vida y recibe el aplauso de la gente. El ejercicio de la piedad tiene la promesa de vida y es de provecho para esta vida y para la vida eterna (Mt.6:33 / Mr.10:29-30 / Sal.84:11 / 1Re.3:7-13).

Los deportistas se ejercitan para obtener coronas corruptibles (1Cor.9:24-27). Los cristianos se ejercitan porque quieren llegar bien al final de su carrera y recibir la corona de gloria que Dios tiene preparada para todos aquellos que lo aman (2Tim.4:6-8 / Stg.1:12 / 1Pe.5:4).


PARA LA PIEDAD

La meta que se debe alcanzar a través de todo ejercicio espiritual es la “piedad” [(eusebeia) - devoción / piedad / respeto / santidad]. La piedad es la religión sana, equilibrada, libre de legalismos, llena de pasión por Dios. Es la suma de las virtudes y deberes cristianos, que traen bendición al que los practica (1Tim.4:7-8). La idea es la de adornar la doctrina sana con el respectivo comportamiento (Tit.2:10).

En 1Tim.4 leemos lo que Pablo entiende como una vida ejemplar y piadosa (1Tim.4:12-16). Esa vida piadosa está marcada por vivir dando un buen ejemplo de la vida cristiana no importando la edad. El ejemplo que debe ver la gente en Timoteo, el líder, y que todos deben seguir, se refleja en la manera de hablar, en la conducta, en el amor, en la fe y en la pureza. Timoteo debe disciplinarse, no en prácticas ascéticas como sucede con los maestros falsos, sino más bien en lo que ayuda para una vida que marca la diferencia (2Tim.2:22-23 / Hebr.5:14 / Hebr.12:11).

La vida piadosa está en total contraste con una vida llena de legalismos y ceremonias externas que imponen personas que tienen una conciencia cauterizada. Estos hipócritas, como los llama Pablo, aparentan ser espirituales, pero sus vidas privadas reflejan todo lo contrario (1Tim.4:1-5). Pablo advierte que en los últimos tiempos habrá una gran lucha, ya que la iglesia será atacada con doctrinas falsas, llenas de formalismos vacíos, aparentando espiritualidad, pero que en el fondo no tienen nada que ver con la verdadera vida cristiana. Es gente que no anda bien con Dios y busca en la religiosidad falsa tapar lo que realmente hay por dentro de ellos. Recordemos al rey Saúl quien después de desobedecer a Dios no mostró señales de verdadero arrepentimiento sino que más bien buscó que lo acompañaran en algunas ceremonias religiosas para aparentar que estaba conectado con Dios (1Sam.15).

Las palabras profanas (1Tim.4:8) no son necesariamente palabras blasfemas o groserías (aunque también lo son), sino más bien son palabras que no tienen el carácter de la verdadera fe en Cristo. Son profanas porque alejan a la gente de la verdadera piedad (1Tim.4:8 / 2Tim.2:16 / 2Tim.2:23). Las fabulas son aquellas historias e ideas que no están basadas en hechos (Albert Barnes Notes y comentario de Jamieson-Fausset-Brown en E-Sword)

En otras palabras, podemos decir que la piedad es sinónimo de madurez espiritual. Todo creyente debe entender la importancia de estar involucrado en ejercicios espirituales que finalmente le ayudarán a ser una persona madura y preparada para toda buena obra. La madurez espiritual es un llamado claro en toda la Biblia y es necesaria para una vida en victoria (1Tim.4:15-16 / 1Pe.2:1-3 / Hebr.5:11-14 / 2Cor.3:18 / 1Jn.2:12-14 / Ef.4:11-16 / Hebr.12:11).3


Provisiones que Dios nos ha dado para ejercitarnos en la piedad

Cada deportista que se ejercita para estar preparado para la competencia practica ciertos ejercicios que fortalecen los músculos y que lo mantienen físicamente en forma. Igualmente debe el creyente conocer los ejercicios que debe cumplir para permanecer espiritualmente en forma y madurar para llegar a ser el hombre perfecto y apto para toda buena obra. Estos ejercicios requieren diligencia (Rom.12:11).

El primer ejercicio que un creyente debe tener en cuenta es la lectura, la meditación (Sal.119:97-114), el estudio y la aplicación (Mt.7:24-27) de la Palabra de Dios. / Leer y oír la Palabra de Dios, estudiar y enseñar la Escritura (1Tim.4:11 / SAl.1:1-3 / Jos.1:8 / 1Tim.4:13 / Dt.17:19 / Jn.5:39 / Hch.17:11) / Es de suma importancia el poner mucha atención a la sana doctrina (1Tim.4:16 / 2Tim.2:15 / 2Tim.4:2 / 1Tim.1:3 / Rom.16:17 / Ef.4:14 / Tit.2:7 / 2Jn.1:9) / Si conocemos la Palabra de Dios vamos a poder vencer al enemigo cuando se nos acerca con temor, tentaciones, etc. (Mt.4).

El servicio a Dios es un segundo ejercicio beneficioso para la vida y el avance espiritual (Rom.12:11). Allí donde tenemos la oportunidad de servir a Dios y al prójimo, debemos aceptar el reto y servir con un corazón humilde.  Allí donde nos dedicamos a la pereza nos exponemos a peligros espirituales que pueden tener grandes consecuencias en la vida (Vea la vida de David). El servicio a Dios comienza en un corazón que con sinceridad adora a Dios. La adoración a Dios nos libera para servir al prójimo (Hch.13:1-3).

La confesión de pecados (Stg.5:16). El pecado es un elemento negativo en nuestro sistema espiritual y este hay que eliminarlo lo más rápido posible (1Pe.2:1-3). Gracias a Dios que vivimos en tiempo de gracia y podemos a través de la confesión honesta recibir perdón por medio de la sangre de Jesús. El confesar los pecados es un ejercicio que nos mantiene vivos y bien enfocados (1Jn.1:5-10). Compare: Stg.5:16 / Prov.28:13 / Sal.32. Pablo nos advierte: “...guardar la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe.” (1Tim.1:18-19). Al desechar una buena conciencia corremos el peligro de naufragar en cuanto a la fe.

La oración (Mt.26:40-41). Ninguna relación se puede desarrollar sanamente si no hay comunicación. Esto es cierto en cuanto a las relaciones humanas, pero también en cuanto a la relación con Dios. El estar en contacto constante con Dios nos fortalece espiritualmente. La oración es más que solo el cumplimiento de un ritual religioso o el uso de fórmulas mágicas para manipular a Dios. La oración es tener una relación con Dios a través de la cual nos conformamos a la voluntad de Dios. Para poder orar con fe debemos, en primer lugar, estudiar la Palabra de Dios y descubrir al voluntad de Dios. La fe bíblica no está basada en creer en nosotros mismos, sino en Dios y en Sus promesas. La garantía de nuestra fe es la Palabra de Dios (Rom.10:17 / Jn.15:7).
Jesús se dirigió a los discípulos en el jardín de Getsemaní: “Vino entonces a los discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Conque no pudisteis velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt.26:40-41). Sabemos muy bien, que la oración es algo indispensable para una vida dinámica y llena del Espíritu Santo. Así lo practicaron los primeros discípulos (Hch.4:23-31 / Hch.13:1-3).
Jesús practicó este ejercicio y llegó a ser para Él una fuente de poder (Mr.1:35 / Lc.4:42 / Lc.6:12 / Jn.6:15). Igualmente nos fortalece a nosotros el tener esta clase de disciplina en la vida. Si Jesús requería de esa constante conexión con Dios, nosotros entonces mucho más (Ef.6:18 / Lc.21:36 / Rom.12:12 / Filp.4:6).

La congregación de los creyentes (Hebr.10:23-25). Los que han recibido a Jesús como su Señor y Salvador son parte de la iglesia de Cristo. No solamente somos miembros de la iglesia universal, sino que también debemos ser parte de una iglesia local en la cual podemos recibir y dar ministerio. Con los medios modernos de comunicación existe una gran tentación a ser un creyente consumidor individualista. Esa nueva tendencia hace solamente cristianos débiles en la fe. Regresar a lo básico bíblico significa volver al enfoque bíblico referente al tema de la iglesia. Es entender la iglesia local como el medio por Dios ordenado para ejercitar adoración a Dios. Allí se demuestra la unidad a pesar de la diversidad. Es en la iglesia donde somos equipados para ministrarnos los unos a los otros (Ef.4:11-16) y ser testigos eficaces en el mundo (Hch.1:8).
Vemos entonces que otro de los ejercicios importantes es el de congregarnos ya que mutuamente nos podemos animar (Hebr.10:23-25). Este ejercicio, como todos los otros, requiere de diligencia, disciplina, de esfuerzo y de constancia. Este ejercicio nos ayuda a evitar que nuestro fervor se apague. El apoyo de los creyentes es de suprema importancia en la vida de creyentes que quieren ser estables y que quieren avanzar en las cosas del Señor.

El compartir como un ejercicio espiritual (Hch.1:9). Compartir el testimonio. La mata también crece por la fotosíntesis – no solo se recibe, sino que también se dá. El creyente debe compartir con el mundo lo que Dios ha hecho en su vida. Tan pronto Pablo se había convertido a Cristo comenzó a hablar de su Salvador (Hch.9:20-22). Compartir las bendiciones recibidas. Dios nos ha llamado a ser generosos. La generosidad fue una de las marcas de los primeros creyentes. Esa generosidad provocaba crecimiento en ellos y la iglesia también crecía en números (Hch.2:42-47 / 2Cor.8:9 / 2Cor.8:14-15 / 2Cor.9:6-15 / 1Jn.3:16-18 /2Tes.2:8 / 1Pe.4:9-11).

Hábitos buenos en la vida cristiana deben ser entrenados. Uno comienza con poco o nada, pero si empezamos y nos ejercitamos en ese estilo de vida vamos a crecer y ser fuertes en el Señor. Para poder avanzar y llegar a una madurez como Dios la espera de nosotros debemos ejercitarnos en las cosas de Dios.

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