martes, 13 de octubre de 2020

conexión verdadera con la fuente de vida (Mt.6:1-18)

 


"¡Tengan cuidado! No hagan sus buenas acciones en público para que los demás los admiren, porque perderán la recompensa de su Padre, que está en el cielo. . . . Cuando ores, no hagas como los hipócritas a quienes les encanta orar en público, en las esquinas de las calles y en las sinagogas donde todos pueden verlos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que ésa" (Mt.6:1,5) NTV. (*lea Mt.6:1-18*).

Jesús no está en el negocio del espectáculo religioso - los discípulos vieron eso muy pronto. Dios busca la verdadera conexión con el Padre celestial. Hacer sonar las trompetas, buscar el aplauso y la admiración de la gente al exponer públicamente mi tal espiritualidad es apuntar a lo pasajero, a lo terrenal, es la pérdida de la conexión con la fuente de vida (Mt.6:1,5). Así que orar y orar no es lo mismo. Recuerdo al fariseo, que después de orar salió del templo con manos vacías; y el publicano salió justificado (Lc.18:9-14). ¿Cuál es la diferencia? ¿Cuál es el resultado? ¿Qué es lo que deseo ver?

Jesús impresionó a las multitudes y a los discípulos de manera diferente. La gente se asombraba de sus enseñanzas porque lo hacía con verdadera autoridad, algo que no se veía entre los maestros de la ley religiosa de aquellos tiempos (Mt.7:28 / Lc.4:22). Su sabiduría y el poder para hacer milagros asombró a la gente de Nazaret, la ciudad donde creció (Mt.13:54 / Jn.7:15). Cuando Jesús calmó una tormenta los discípulos se preguntaron: '¿Quién es este hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!' (Mt.8:27). La vida de oración de Jesús, que ocurría frecuentemente en los lugares apartados, exhibía poder y autoridad verdadera (Mr.1:35  Mr.6:46-48 / Lc.4:42 / Lc.6:12 / Lc.22:39-46). Jesús entendía lo que es estar conectado en lo íntimo con la fuente de vida. Él sabía apartarse para estar alejado de todo bullicio interno y externo y pasar tiempo valioso a solas con el Padre. Desde aquella conexión con el Padre, quien ve en lo profundo de nuestros corazones, fluyen luego los caudales de vida a través de su vida. No me sorprende que los discípulos hayan entonces pedido que les enseñara a orar (Lc.11:1) - obviamente fue esa parte en la vida y en el ministerio de Jesús que más fascinó a los discípulos. Señor, deseo tener esa clase de conexión con la fuente de vida, con el Padre celestial.

Hacer con falsos motivos las cosas que Dios quiere que hagamos es grave, especialmente cuando tratamos de hacer las cosas, que decimos son para Dios, buscando nuestra gloria (Mt.6:1). ¿Será que le robamos así la gloria a Dios? La oración y el hacer votos a Dios son prácticas cristianas con las cuales sutilmente podemos tratar de impresionar al mundo sin verdaderamente estar conectados con Dios. Podemos hacer mucho ruido y sí, saldremos con una recompensa, pero, ¿con cuál recompensa (Mt.6:2,5,16)? Es obvio, no podemos cosechar en ambos lados.

A veces no tenemos porque no pedimos, pero más crítico es orar con propósitos equivocados (Stg.4:2-3). No hay duda, los judíos tomaban en serio el asunto de la oración. Sin embargo, leemos acerca de un problema serio que no solo les puede ocurrir a ellos, también a nosotros. Ellos no fallaban por no orar, sino por orar de manera equivocada. Ellos tenían todo un paquete de oraciones que usaban para orar en distintos horarios del día. No hay nada malo si oramos usando oraciones preestablecidas - lo he hecho y lo sigo haciendo, por ejemplo usando los salmos. El problema es cuando esas oraciones no van con el corazón y cuando se tornan formalistas, ritualistas y vacías. Pero cuidado, no critique. Examinémonos: ¿Son mis oraciones vanas repeticiones (aunque no hayan sido aprendidas de memoria), oraciones sin corazón, oraciones con un cierto aire de encantamiento, oraciones para ser admirado? ¿Son mis oraciones discursos - algo así como prédicas subliminales dirigidas a los que me escuchan? ¿Son esas oraciones verdaderas oraciones?

¿Importa el lugar dónde oramos? Muchos conectan la oración eficaz a ciertos lugares 'especiales', como pueden ser el templo o la sinagoga - y es verdad que ciertos lugares inspiran de manera especial a la oración. Como sea, lo que es cierto es que Dios no está confinado en un lugar particular. Así que no importa el lugar. Sin embargo, donde sea que oremos, si lo hacemos con los falsos motivos ya hemos recibido la recompensa y hemos perdido la conexión con Dios. La forma y el lugar no son tan importantes, pero sí el corazón, la actitud y el que las oraciones estén dirigidas sinceramente a Dios - es yo y Dios y Dios y yo en cualquier lugar.

Ah, y el tema de las oraciones largas y las frases repetitivas, aquellas con las cuales parece que tratamos de convencer a Dios - por lo menos así parece. ¿Son las oraciones largas más efectivas? ¿Revelan ellas una devoción más profunda? ¿Qué hacemos con lo que nos enseña Eclesiastés? - "No te apresures, ni con la boca ni con la mente, a proferir ante Dios palabra alguna; él está en el cielo y tú estás en la tierra. Mide, pues, tus palabras" (Ecl.5:2) NVI. ¿Es posible que algunas oraciones deban hacerse en silencio? ¿Es menos al final más? No tenemos que hipnotizar a Dios con vanas palabrerías - Dios Padre vive, esta presente, ve, sabe, escucha, responde y recompensa (1Re.18:26 / Hch.19:34 / Mt.7:7-11). Si conocemos mejor a Dios con seguridad veremos un cambio en nuestras oraciones. 

Pero, ¿qué diferencia hay entre oraciones marcadas por palabras repetidas una y otra vez y la oración perseverante? ¿Qué importancia tiene el tener buenos modelos en cuanto al proceso de aprender a orar?

SEÑOR, enséñame a orar.

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