viernes, 4 de enero de 2019

Por siempre el mismo

'Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre' (Hebr.13:8) (NTV)
Dios creó los cielos y la tierra; estos se desgastan, perecerán y serán cambiados. Sin embargo, Dios permanece para siempre (Hebr.1:11-12 / Sal.102:25-27). La hierba nace, crece y desaparece, pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; el hombre es como la hierba (Sal.103:15-18). Dios no cambia como los astros ni se mueve como la sombras (Stg.1:17). 
Ministros y líderes vienen y van. Todos los humanos vienen y van. La tierra y el universo tiene sus tiempos. Todo en el mundo surge y en algún momento desaparece. PERO la fuente de vida y de poder, Jesucristo, es el único que permanece. Su ayuda, Su gracia, Su misericordia, Su poder, su Palabra no cambian porque Él no cambia. Jesucristo nunca tiene que ser reemplazado, nada se le puede añadir ni cambiar (Hebr.7:24). AYER vino a este mundo, sufrió, murió y resucitó para redimirnos y traernos salvación (Rom.5:10 / 2Cor.5:18-21). HOY está exaltado y está sentado a la diestra de Dios Padre y es nuestro sumo sacerdote - Él ora hoy por nosotros y nos extiende misericordia, gracia, perdón y vida eterna (Rom.8:34 / Hebr.2:17-18 / Hebr.4:14-16 / Hebr.7:25 / Hebr.9:24 / Is.53:12 / Jn.16:23 / Jn.17:20-24 / 1Jn.2:1-2). POR SIEMPRE Él es el mismo.
El SEÑOR fue, es y será el el mismo por siempre (Stg.1:17 / Apoc.1:8). El poder es el mismo (Hch.1:8 / Is.41:4). El mensaje es el mismo (2Tim.3:16-17 / Mt.28:18-20). El llamado es el mismo (Jn.14:12 / Mt.28:18-20 / Mt.10:7 / Mt.4:19). Las promesas son las mismas (Sal.103:17 / Mt.28:18-20). ¿Por qué entonces vamos a perder la esperanza, la fe y el amor? No desmayemos (Hebr.12:1.5 / Is.40:31). No perdamos el rumbo (Hebr.2:1 / 2Cor.4:16). Y si por alguna razón nos hemos cansado podemos acercarnos a Él quien está presto a revivirnos (Mt.11:28).
Ya que sus decretos y sus mandamientos siguen siendo los mismos, como Él sigue siendo el mismo (Su Palabra no cambia), no hay que inventar algo nuevo para fascinar a la gente. Prediquemos al Cristo de ayer, de hoy y de siempre. El llamado del apóstol Pablo a Timoteo sigue vigente para nosotros hoy día:
"Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos" (2Tim.4.1-4) LBLA

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