El Padre celestial, en Su amor, nos cuida y busca lo mejor en nosotros y para nosotros. Aun en los momentos más difíciles que podamos vivir en la vida, Él está cerca y busca transformar nuestras vidas para que vivamos una vida que marca la diferencia. Él no busca darnos golpes para destruirnos. Él siempre busca nuestro bienestar.
Sin embargo, El Señor sí nos disciplina - Él usa circunstancias externas para disciplinar, corregir, formar a aquel a quien Él ama. Muchas veces nos sentimos en tales situaciones difíciles y de dolor como si Dios no nos amara o nos sentimos menos amados o como si Dios estuviera lejos de nosotros. Pero la verdad es otra. La realidad es que la disciplina nos confirma como hijos de Dios.
Dios no está buscando causarnos dolor, dificultades, aflicciones, sino más bien está preocupado en salvarnos y llevarnos a que seamos todo lo que Él quiere que seamos y que tengamos vida eterna. Dios no nos quiere dejar a la deriva y caminando por caminos errados.
La disciplina es corrección, pero también es enseñar, entrenamiento y formación. Las experiencias exteriores de dolor, sea que hayan sido causadas por nuestra culpa o no, se tornan en herramienta para Dios para conseguir Sus buenos propósitos en nosotros - fortalecernos en nuestra fe, crecer en santidad, crecer en nuestra dependencia de Él, etc.
Un llamado importante que encontramos en estos versículos es el de no despreciar la disciplina y el de no dejarnos desanimar por ella. Debemos tomar la disciplina en serio y permitir que cumpla con su cometido divino (Hebr.12:5 / Jer.32:33 / Jer.2:30 / Jer.5:3 / Apoc.16:11 / Hch.7:51)
Si como hijos de Dios, como aquellos que han sometido su vida al Señor, somos disciplinados, entonces no es porque Dios nos tiene bronca o nos desprecia, sino porque nos ama. Si nuestros padres terrenales, quienes nos dieron la vida física, nos tratan con disciplina por amor y por el interés de que no lleguemos a ser bastardos e hijos desordenados, cuanto más el Padre celestial, quien nos dio la vida espiritual, nos tratará de la misma manera. Dios no solo busca que nos vaya bien acá en esta vida, Él busca lo mejor para nosotros para la vida eterna. Los padres terrenales lo hicieron de acuerdo a lo que ellos pensaron que era lo mejor para nosotros en la vida. El Padre celestial sí sabe lo que es bueno para nosotros en todo tiempo. Sin disciplina el mundo estaría en una mayor situación caótica. El mundo requiere de disciplina, de instrucción, de formación, de corrección.
No somos perfectos, somos pecadores y frecuentemente tomamos decisiones equivocadas que nos llevan por caminos de muerte. Dios no quiere nuestra destrucción, sino nuestra vida, vida eterna y por eso trata con nosotros para encaminarnos por las sendas de vida (Hebr.12:7 / Stg.1:12 / Stg.5:11 7 1Pe.2:19 / Lc.10:27-28).
El propósito de la disciplina divina, que es por amor, es que lleguemos a ser participantes de Su santidad. Aunque la disciplina es dolorosa en su momento, al final llega a producir un fruto agradable - "la cosecha de una vida recta" (Mt.13:23 / Sal.34:14). Todo sufrimiento y aflicción tiene como fin el que seamos cambiados a la imagen de Dios, que crezcamos en santidad y vivamos una vida recta (Lv.11:45 / Lc.1:74-75 / 2Cor.7:1 / 1Pe.1:16 / 2Pe.3.11 / Rom.12:1-2). Si en medio de las circunstancias difíciles aprendemos a someternos a Dios de todo corazón, entonces veremos, que estos momentos que sirven como herramienta disciplinadora, nos cambian para ser gente que marca la diferencia y dan gloria a Dios (2Cor.1:8-9).
APLICACIÓN:
¿Cómo se siente usted cuando pasa por momentos difíciles en la vida? - ¿Se siente amado o menos amado? ¿Por qué?
¿Está usted actualmente sufriendo o pasando por una aflicción? ¿Cómo puede usted aprovechar esta situación para acercarse más a Jesús en vez de alejarse de Él?
¿Tiene usted una persona de confianza con al cual puede compartir lo que está viviendo para orar juntos?
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