Haciendo DISCÍPULOS, Desarrollando LÍDERES, Plantando IGLESIAS, Alcanzando NACIONES
jueves, 28 de agosto de 2025
Domingos que transforman el corazón
jueves, 21 de agosto de 2025
El desafío de ser buena tierra
¡Escuchen! Un agricultor salió a sembrar. A medida que esparcía las semillas por el campo, algunas cayeron sobre el camino y los pájaros vinieron y se las comieron. Otras cayeron en tierra poco profunda con roca debajo de ella. Las semillas germinaron con rapidez porque la tierra era poco profunda; pero pronto las plantas se marchitaron bajo el calor del sol y, como no tenían raíces profundas, murieron. Otras semillas cayeron entre espinos, los cuales crecieron y ahogaron los brotes; pero otras semillas cayeron en tierra fértil, ¡y produjeron una cosecha que fue treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado! Todo el que tenga oídos para oír, que escuche y entienda» (Mateo 13:3-9, NTV
Una de las parábolas más famosas de Jesús es la del sembrador (Mateo 13:1-9, 18-23). Con palabras simples, el Maestro nos enseña que cada corazón puede reaccionar de forma distinta al escuchar la Palabra de Dios. La semilla siempre es buena —es la Palabra viva y poderosa de Dios (1 Pedro 1:23; Isaías 55:10-11)—, pero los resultados dependen del estado del terreno donde cae: nuestros corazones.
Lo primero que llama la atención en esta historia es el sembrador. A diferencia de un agricultor que cuida cada semilla, este sembrador es generoso y algo “derrochador”. Esparce la semilla por todo tipo de terreno: al lado del camino, entre piedras, entre espinos y en buena tierra. Este detalle revela el corazón de Dios: Su Palabra y Su gracia se ofrecen abundantemente, incluso sabiendo que no siempre serán bien recibidas.
Señor, reconozco que muchas veces he sido como tierra dura, pedregosa o llena de espinos. He escuchado Tu voz y no la he entendido; la he recibido con emoción pasajera sin raíces profundas; he permitido que las preocupaciones, los afanes y los deseos de este mundo ahoguen la semilla que sembraste en mi. Perdóname, Padre, y límpiame de todo aquello que impide que Tu Palabra florezca.
Señor, hazme como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo y cuya hoja no cae (Salmo 1:3). Que Tu Palabra habite en mi con poder, transformando mi vida, mi familia y mi comunidad.
miércoles, 13 de agosto de 2025
Mujeres mayores discipulando a mujeres jóvenes
- ¿Qué mujeres mayores han influido positivamente en su vida espiritual y cómo puede usted hacer lo mismo con otras?
- ¿Qué áreas de su vida podrían ser formadas o fortalecidas si usted se acercara a una mentora de fe madura?
domingo, 3 de agosto de 2025
Loida, Eunice y Timoteo: un ministerio intergeneracional
- ¿Cómo estoy invirtiendo en la fe de las próximas generaciones?
- ¿Qué estoy enseñando en casa que dejará huellas eternas?
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“Y este es el mensaje que hemos oído de El y que os anunciamos: Dios es luz, y en El no hay tiniebla alguna. Si decimos que tenemos comunió...
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"Pues ya les dije varias veces y ahora se los repito de nuevo con lágrimas en los ojos: hay muchos cuya conducta demuestra que son verd...
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José es uno de esos mentores de los cuáles la Biblia relata extensamente su historia y quien nos enseña muchas valiosas lecciones para ...