"Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor" (1 Pedro 2:1-3, NVI).
Así como un atleta se ejercita para competir, el creyente está llamado a ejercitarse espiritualmente para reflejar el carácter de Cristo. La transformación espiritual no es instantánea, sino un proceso continuo que requiere nuestra colaboración y disciplina.
Despojarse de la malicia, el engaño y la hipocresía es el primer paso. Luego, alimentarse (nutrirse) diariamente de la Palabra, cultivar la oración, practicar la confesión sincera, participar en comunidad, y servir con generosidad, son ejercicios que mantienen viva y fuerte nuestra fe (Hechos 2:42-47).
Cuando practicamos estas disciplinas, no solo crecemos en conocimiento, sino que también somos moldeados a la imagen de Jesús, y nos convertimos en instrumentos útiles para el ministerio. Dios es quien da el crecimiento, pero Él espera que nosotros entrenemos con diligencia (1 Timoteo 4:7-8; Hebreos 5:14). ¡Cada paso cuenta en este viaje hacia la madurez y hacia el servicio a Dios y al prójimo!
Hoy, más que nunca, necesitamos creyentes comprometidos seriamente con su crecimiento y formación espiritual, no por obligación, sino por amor a Aquel que nos llamó.
"Al señalar estas cosas a los hermanos serás un buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura" (1 Timoteo 4:6-8), NBLA).
REFLEXIÓN: ¿Qué disciplina espiritual necesita fortalecer hoy para seguir creciendo en su transformación espiritual?
ORACIÓN: Señor, te ruego que me ayudes a ser constante en mis ejercicios espirituales, a tener hambre de Tu Palabra y a nutrirme con ella, a ser diligente en reflejar a Cristo cada día y a estar comprometido en el servicio a Ti y al prójimo.
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