(Sierra Nevada de Santa Marta, COLOMBIA)
Los dichos del rey Lemuel. Oráculo mediante el cual su madre lo instruyó: «¿Qué pasa, hijo mío? ¿Qué pasa, hijo de mis entrañas? ¿Qué pasa, fruto de mis votos al SEÑOR? No gastes tu vigor en las mujeres, ni tu fuerza en las que arruinan a los reyes. »No conviene que los reyes, oh Lemuel, no conviene que los reyes se den al vino, ni que los gobernantes se entreguen al licor, no sea que al beber se olviden de lo que la ley ordena y priven de sus derechos a todos los oprimidos. Dales licor a los que están por morir, y vino a los amargados; ¡que beban y se olviden de su pobreza! ¡que no vuelvan a acordarse de sus penas! »¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!»
(Proverbios 31:1-9, NVI).
En Proverbios 31:1-9 encontramos una joya de sabiduría a menudo ignorada: la valiosa enseñanza de una madre a su hijo, el rey Lemuel. No se dirige a él como cualquier madre, sino como una mentora espiritual, dedicada a forjar el carácter de un líder justo y reverente ante Dios.
Ella le enseña a proteger su integridad, a practicar el autocontrol, a evitar los excesos que conducen a la ruina y, sobre todo, a gobernar con empatía y equidad. Le advierte sobre los peligros del vino (Proverbios 20:1; 23:29-35) y los deseos que nublan el juicio (Proverbios 5:1-23), instándole a alzar la voz por quienes no pueden hacerlo, a defender al pobre y al necesitado (Salmo 82). Esta madre no solo educó a su hijo: formó a un rey que se preocuparía por su pueblo y dejaría una huella duradera.
Este pasaje pone de manifiesto la influencia del discipulado intergeneracional. Lo que ocurre en el hogar, en el ambiente de conversaciones llenas de amor, de sincero interés por el otro y de propósito, puede tener un impacto eterno y trasciende generaciones. Aunque el nombre de la madre no se menciona en el texto, la sabiduría de esta mujer continúa formando generaciones a través de la Escritura.
Hoy, padres, madres, mentores y líderes, tenemos la responsabilidad de hacer lo mismo: invertir de manera intencionada en quienes vendrán después con palabras que moldean carácter, con verdad y gracia.
REFLEXIÓN:
- ¿A quién estoy formando hoy con mis palabras, mi ejemplo y mis oraciones?
- ¿Estoy transmitiendo principios que edifiquen un liderazgo íntegro, justo, compasivo y sostenible?
Oración:
Señor, hazme un mentor fiel. Ayúdame a formar con sabiduría y amor a la próxima generación, para que lidere con integridad, justicia, humildad, verdad y gracia. Amén.